A la mayoría de personas que hoy somos adultos, relacionarnos con el mundo infantil se nos hace muy complejo; principalmente porque estamos muy distanciados de nuestra propia infancia, de todo lo que nos aconteció, de la forma en que fuimos maternados, de la forma en cómo nacimos, de lo que se nombró de nosotros…

Y aunque no lo parezca, es todo eso lo que determina en gran medida a ese adulto que somos hoy. Si en nuestra historia hubo conexión emocional y un potente vínculo afectivo, se reflejará en nuestras emociones y en la forma de relacionarnos con el mundo. 

Afortunadamente cada vez hay más indagación e información respecto a la importancia de todo lo que sucede durante la primera infancia. Desde la gestación, hasta alrededor de los tres años; todo lo que nos acontece será determinante en nuestro desarrollo. 

Cuando llegamos al mundo, todos tenemos ciertas necesidades básicas ampliamente estudiadas. Pero la primera necesidad que tenemos y que será el sustento para un devenir sano -no solo a nivel emocional, sino también físico; es la necesidad del vínculo.

Poder contar con continente afectivo, con mirada y sostén, con palabras que acunen y abracen, con un ser (idealmente la madre) dispuesto a entregar de sí mismo para estructurar y regular nuestro acontecer. 

En palabras de la terapeuta brasilera Evania Reichert, “Las primeras experiencias vinculares son el fondo de reserva para la vida. Allí se constituye la base, la matriz para construir un adulto sano, humanizado, respetuoso, equilibrado… y lamentablemente; también allí se constituye la predisposición para enfermedades como la depresión, la bipolaridad, la psicosis…”

Es imperante dejar de poner el foco en el la “problemática” del niño y en sus síntomas; darnos cuenta de la responsabilidad que tenemos hoy como adultos de transformar la forma en que acompañamos la infancia. 

De esta forma podremos encontrar herramientas para fortalecer esa autonomía que se nos negó; y ahora como adultos, poder encarnar el papel que nos corresponde, de entregarle a los seres que están llegando a la vida, lo que tal vez a nosotros nos fue negado: un reconocimiento pleno de su individualidad, validación incondicional de sus necesidades y esa conexión emocional imprescindible para formar seres humanos llenos de sí mismos y que contribuyan a una humanidad más amorosa y pacífica. 

«Cuando llegamos al mundo, todos tenemos ciertas necesidades básicas ampliamente estudiadas. Pero la primera necesidad que tenemos y que será el sustento para un devenir sano, no solo a nivel emocional, sino también físico; es la necesidad del vínculo»

Anabel Hernández, Psicóloga infantil
Medellín Colombia