Si estás cerca de una madre y su bebé -niño/niña-; y quieres acompañarla, ayudarla, pero a veces no sabes cómo, qué hacer o qué decir… tal vez estas palabras te puedan aportar un poco de luz. Te pido, si quieres continuar leyendo; que dispongas tu corazón para recibir el mensaje que quiero compartirte, pues si te quedas instalado/a en tu razón, difícilmente podrás ahondar en lo que realmente necesita esa mujer en la que estás pensando.

Cuando una mujer se convierte en madre, literalmente deja de ser aquella que había sido durante toda su vida. Se transforma desde adentro, desde el fondo.

Cambia su cuerpo, sus emociones, sus prioridades, sus anhelos, su sentir, sus deseos, su alma; hasta el volumen con que escucha los sonidos, la temperatura de su cuerpo, la forma en que procesa sus pensamientos; ¡sí, todo eso, también cambia!, y muchas cosas más.

Es literalmente como si volviera a nacer. Aunque la veamos crecida, madura, independiente, tal vez muy exitosa en algunas áreas de su vida; todo eso pasa a un segundo plano y pierde importancia para algunas mujeres por un tiempo; para otras, para siempre.

Lo que tenemos ahí; en esa mujer que ahora es madre, es otro recién nacido. Un alma expuesta, un alma a flor de piel, un alma que se está estrenando.

Percibe cualquier sensación, emoción, sonidos, olores, recuerdos, pensamientos, tal vez 10, 100, 1000 veces más intensamente que antes. Está hipersensibilizada, al igual que su bebé; y lo estará por bastante tiempo, tanto como dure esa fusión emocional que es fundamental para albergar y sostener a ese nuevo ser que llega a nuestras vidas.

Por favor evita juzgar, criticar, exigir, cuestionar.

A las mujeres nos lleva semanas, meses, y hasta años poder reconocer que ese ser que solíamos ser, ya no está. En un principio incluso luchamos contra eso, nos da miedo todo eso tan nuevo que sentimos; mucho más, si durante nuestra vida hemos sido aquellas que “tenían todo bajo control”.

Cuando baje la marea; después de tal vez algunos años, seguro nos encontraremos o nos re-encontraremos a nosotras mismas mucho más fortalecidas, sin duda conoceremos una mejor versión de nosotras mismas. Pero en un principio hay tanto por transitar, tanto por atravesar para poder empezar el viaje de maternar.

Para poder cuidad de otro, de un hijo-a, de un ser que depende enteramente de uno; hay que entregarse, literalmente en cuerpo y alma, sin reservas. La maternidad es el mayor acto de auto donación que se puede experimentar. Hay que negarse a uno mismo en tantos sentidos y en tantos momentos; y eso duele, duele tanto; confronta tanto, asusta tanto, enoja tanto, angustia tanto, agota tanto…

Para poder entregarse así, como nuestra cría necesita, como necesitamos todos en aquel momento cuando también llegamos a la vida; es imprescindible que otro, ojalá otros, -muchos- cuiden de esa mujer, de esa recién nacida; que se siente tan perdida en sí misma, que todavía no se haya en su propio ser, que se desconoce, que se siente ajena en esa nueva vida, que está llena de miedo e incertidumbre.

Si estás a su lado entonces, y puedes hacer un esfuerzo de empatía, y puedes intentar comprender, ojalá intentar sentir lo que todo eso significa; ya con solo eso, la estarás ayudando mucho. Pues una de las cosas más dolorosas que podemos experimentar los seres humanos es la incomprensión, algo que sucede en la maternidad todos los días, en todos los ámbitos, en todos los entornos y contextos.

Entonces… empatizar, tratar de ponerse en su piel aunque sea por momentos. Créeme, la aliviará, la ayudará a no sentir esa soledad profunda que a veces sentimos, sobre todo cuando estamos rodeadas de gente pero sentimos que nadie nos comprende.

Podría enumerar un listado de acciones que ayudarían mucho a esa mujer que acompañas de alguna forma; puede ser tu compañera, tu hija, tu hermana, tu amiga, tu nuera, tu paciente… pero te voy a decir sólo unas cuantas, y sobre todo ésta; que te aseguro que ayudará infinitamente; y es: por favor; evita juzgar, criticar, exigir, cuestionar.

Si sientes que tú lo estarías haciendo mejor de lo que esa mujer lo está haciendo, que tú tienes más verdades, más razones, más experiencia, y tal vez las respuestas que a ella le hacen falta para ser la mamá que tu crees que debería ser; y con las mejores intenciones tienes muchas ganas de darle instrucciones, de dirigirla, de dar una opinión que tal vez ella no pidió… por favor…. RESISTE, aguanta esas ganas. Tú eres mucho más capaz que ella en este momento para ciertas cosas. Ella te lo va a agradecer, y no sólo ella, sino también el bebé-niño-niña que necesita que esa mamá esté sólida, tranquila, confiada.

¿Qué hacer entonces?

Respira, pide ayuda divina si es necesario, acude a tu corazón, no a tu razón, baja tu ego por un momento. Nuevamente te digo, mamá e hijo/a te lo agradecerán. Ve y tráele a esa mujer un vaso de agua, seguramente tiene sed. O tal vez algo de comer, porque la mayor parte del tiempo por alguna razón no pudimos comer bien. Ofrécele lavar los platos, tal vez tenerlos acumulados y no poder ir a lavarlos la atormenta de alguna forma.

Si es lo que ella desea y lo que necesita, pregúntale si quiere que acompañes a su hijo/a un momento (sobre todo cuando están más grandecitos, porque cuando están muy pequeños, no queremos casi que nadie ni los toque). Y si lo que te pide es eso, que estés al lado de su hijo/a por un momento -para que ella pueda ir a darse un baño por ej.; por favor intenta vincularte de una forma que a ella le permita confiar y estar tranquila, procura no imponer tus formas. Así como el bebé-niño necesita poder confiar para entregarse al cuidado de alguien; así mismo una mamá necesita confiar plenamente en otro para dejar en sus manos su mayor tesoro.

Valida su emoción y sus sensaciones, sus dudas, sus miedos, su cansancio. Te aseguro que no sabes cuántos meses o incluso años lleva sin poder dormir una noche completa, o sin alimentarse sin interrupciones. Dale permiso para expresarse, llorar si es lo que necesita; que no se sienta culpable porque le dijeron que la maternidad era la cosa más hermosa que le podía pasar a una mujer; y ella por momentos, y en silencio se pregunta a sí misma: “¿en qué me metí?”

De vez en cuando; dale una caricia a su alma diciéndole lo fuerte que es, lo bien que lo está haciendo

En lugar de estar dando tantas órdenes, opiniones, consejos; qué tal si preguntas más; ¿Qué necesitas? ¿Cómo te puedo ayudar?

De vez en cuando; dale una caricia a su alma diciéndole lo fuerte que es, lo bien que lo está haciendo, cuéntale que reconoces y valoras su labor. Tenemos tanto miedo de equivocarnos y fallarle a ese ser que ha llegado a nuestras vidas; que escuchar un reconocimiento a toda nuestra entrega y nuestros intentos de hacer lo mejor, literalmente es una caricia para el alma.

No te imaginas el bien que harás con estas acciones, créeme, no te lo imaginas. No te preocupes; esa nueva mamá cada día va a aprender, va a cometer sus propios errores, y también va a tener sus propios aciertos. Y así se formará el mejor vínculo posible entre esa diada. En un futuro que seguro llegará más rápido de lo que imaginamos; esa mujer -con suerte- no volverá a ser ella misma; sino que se habrá transformado en su mejor versión. Y te agradecerá desde lo más profundo de su ser, la compasión que tuviste con ella cuando más lo necesitaba.

Gracias a esos seres que nos han acompañado para conservar la poca cordura que por momentos sentimos tener.

Anabel Hernández Rivera
Psicóloga infantil